Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
CRÓNICA DE LOS REINOS DE CHILE



Comentario

Capítulo CXX


Que trata de los puertos que descubrieron los navíos que envió el gobernador a descubrir el estrecho de Magallanes y en qué grados están

En cuatro de noviembre de mil y quinientos y cincuenta y tres años, salió el armada que el gobernador don Pedro de Valdivia envió a descubrir el estrecho de Magallanes de la ciudad de Valdivia. Salida que fue esta armada, llegó a una bahía que tenía de boca ocho leguas y a la boca de ella tenía dos islas pequeñas y dentro otras islas pequeñas, que serían cinco o seis. En esta bahía entra y sale muy gran corriente con gran orgullo de mar. No tomamos puerto por causa de no perder el tiempo que teníamos para nuestro viaje. No vimos gente ninguna. Toda esta bahía es hondable que no le fallamos fondo y al parecer tenía buenos surgideros. Mas junto a tierra es tierra llana, aunque partes doblada, y tierra de montes claros y buen apariciencia de tierra. Pasados que fuimos de esta bahía, caminamos un día y una noche, y otro día topamos una isla de hasta doce o quince leguas, de buen apariencia de tierra hasta legua y media de la tierra firme. No vimos si estaba poblada. Pusímosle por nombre San Martín.

Andando aquel día y aquella noche, hallamos entre otras, dos islas grandes, la una del tamaño de la pasada y la otra mayor y buen apariencia de tierra, con otras muchas islas junto a la tierra firme, las cuales pusimos por nombre las islas de Nuestra Señora de la O. Y queriendo tomar estas islas, no pudimos por sernos el tiempo contrario y dimos sobre otras tres que estaban cinco o seis leguas de la tierra firme. No quisimos surgir por la ruin apariencia que tenían, y así nos anduvimos sobre ella hasta otro día de mañana que se contaron doce del dicho mes, que dimos en un abran donde hacía un río o estero de media legua de ancho. Y subimos por él una legua sin hallar fondo y llegamos a una playa donde surgimos arrimados a las peñas en veinticinco brazas. Allí estuvimos tres días y tomamos agua y leña, y al tercero día mandó el capitán al piloto fuese en un batel el estero arriba a descubrir tierra. Y así fue y volvió aquel día, y halló que era isla en la que estábamos. Entramos por este barco adentro al este e sueste.

Y está este archipiélago en cuarenta y cinco grados. Y dígole archipiélago porque en poco término hay diez o doce islas y otras que no vimos por estar junto a tierra, y tienen sus entradas y salidas a la boca de este brazo. Tiene unas isletas de peña que se puede entrar por medio de ellas. Toda esta tierra que vimos es montuosa. Y no vimos gente, salvo que en una isla vimos unos ranchos pequeños y al parecer eran de gente pobre. Había papas y maíz. Tenía buen parecer de tierra. Hallamos una canoa hecha de tres tablas muy bien cosida, de veinte y cuatro o veinte y cinco pies y por las costuras tenían echado un betún que ellos hacen. Era a manera de lanzadera con las puntas muy grandes.

De este puerto salimos domingo diez y nueve de noviembre del dicho año, y caminamos con buen tiempo, aluengo de tierra dos días, y luego topamos un ancón donde tomamos puerto y está en altura de cuarenta y seis grados y dos tercios. Es una tierra alta y un buen puerto limpio y hace una playuela pequeña. Y la tierra es muy poblada, porque vimos muchos humos y caminamos y hallamos mucho rastro de gente. Es tierra de árboles, laurel y acipreses y arrayán, y otras muchas hierbas de nuestra España, y la hierba como avena. Hay papas y maíz.

Estuvimos en este puerto ocho días. Aquí vimos una cueva muy grande con un pilar en medio hecho de la mesma peña, que cabrían en ella más de mil hombres, y ranchos hechos al derredor con rastros de perros. Y pusímosle por nombre la cueva Infernal por su grandeza y pusimos por nombre a este puerto Santiesteban.

Salidos de este puerto fuimos nuestro viaje. Llegamos a una punta que sale dos leguas este ueste, en la cual entramos a tomar puerto y nos llegamos a tierra. Y hallamos una bahía que hace muchos puertos, en la cual hay muchos bajos encubiertos. Llegados a este puerto, envió el capitán por un estero arriba o río hasta dos leguas y media un batel, y hallaron una braza donde se juntan otros muchos esteros, y no quisieron pasar de aquí y se volvieron. Y no hallaron rastro de gente y no vieron sino sola una casa pequeña. Es tierra montuosa y fría. A este puerto pusimos por nombre los Puertos de Hernando Gallego, porque los descubrió él. Está en la altura de cuarenta y ocho grados y dos tercios.

Salimos de este puerto a seis de diciembre y seguimos nuestro viaje y llegamos día de nuestra Señora de la Concepción, que se contaron nueve de diciembre del año de mil y quinientos y cincuenta y tres. Llegamos a la boca del estrecho de Magallanes y estuvimos allí dos días por no nos aclarar el tiempo. Y aclarado el tiempo, se vio la boca del estrecho que tiene tres leguas de ancho. Tiene dos isletas pequeñas en medio y al lado del norte tiene unos farellones que parecen velas. A la banda del sur tiene una isla a manera de campana, y así se llama la isla de la Campana. Es montuosa y poblada de indios. Tienen sus casas cubiertas con cortezas de árboles y con cueros de lobos marinos. Y ellos desnudos y andan untados los cuerpos de lobos marinos y tresquilados. Toda la costa de la banda del sur es montuosa y de grandes peñascos altos. Está en altura de cincuenta y un grado y medio.

Entrados por la boca del estrecho, se caminó todo el día y a la noche se tomó puerto en una playuela en la costa, que se contaron doce del presente. Allí se quedó la nao capitana por causa de habérsele quebrado el antena con unas refriegas y el otro navío subió el estrecho arriba a trece del presente, y caminó hasta la noche y se arrimó a unas peñas, porque por medio no se halla fondo si no es llegándose muy junto a tierra. Y todos estos peñascos altos y de muy gran nieve. Hace frío y los días pequeños.

Otro día siguiente se caminaron hasta cuatro o cinco leguas, que no se pudo caminar más por las refriegas y aguaceros. Otro día sábado, se caminaron tres o cuatro leguas a causa de unas turbias con viento contrario y surgióse arrimados a unas peñas. Aquí se estuvo el domingo barloado a las peñas y otro día fue en la barca el piloto Graviel del Río a descubrir para acabarse de certificar del estrecho, el cual fue y descubrió volver el estrecho al este, por donde pareció claro ser el estrecho. Y dando la vuelta al este, el estrecho hace una anconada al ueste con un riachuelo y dos o tres playecillas de arena con apio en ellas. Halló unos ranchuelos de indios y halláronse unos dardos.

Digo esto y pongo por seña el apio y las playecillas para los que vinieren a navegallo. Todo esto que se entró por el estrecho tiene de ancho legua y media y dos y en partes más. En todo él hay abrigos donde se recoger. Fue y vino aquel día. De aquí se dio vuelta a dieciocho de diciembre para donde dejamos el otro navío. Llegamos otro día donde estaba por causa del buen tiempo y de aquí se volvieron los dos navíos a dar esta relación al gobernador don Pedro de Valdivia.